lunes, 5 de agosto de 2013

"Apégate mucho"

            Cómo decíamos, la calidad del apego es fundamental para que podamos sentirnos adultos capaces, valiosos y seguros. No podremos experimentar estas sensaciones si no las hemos vivido previamente. Y ¿cuándo decíamos que más lo necesitamos? ¡Exacto! Durante la infancia, cuando estamos más indefensos.

 En la década de los 50, John Bowlby formuló la Teoría del Apego, fruto de una larga investigación  en la que concluyó que los bebés cuentan con una serie de conductas, como el llanto, la succión, el balbuceo, las sonrisas reflejas, etc., para provocar que el cuidador esté cerca de él, y así sentirse protegido y seguro. Es decir, además de ser conductas que procuren la alimentación y los cuidados físicos, necesitamos que el adulto nos proporcione cariño y bienestar emocional. 

Mary Ainsworth definió tres tipos de apego al observar la reacción de los niños tras una corta ausencia de la madre: el apego ambivalente, en el que la madre no era capaz de calmar al niño a su regreso, llorando y mostrándose muy ansioso ante la situación de pérdida; el apego evitativo, en el que el niño se mostraba más bien triste o indiferente ante el regreso de su madre; y, por último, el apego seguro, en el que el niño lloraba en los primeros momentos pero conseguía calmarse fácilmente.

¿Cómo se construyen los estilos de apego?

Los estilos de apego se desarrollan en el bebé a través del tipo de comunicación que la madre, o la figura principal de cuidado, establece con él. Esta relación que se establece entre los dos tiene un importante impacto en la regulación emocional y fisiológica del bebé.
El contacto visual, atender a las necesidades del bebé, estar en consonancia con ellas, hablarle con amor, cariño, cogerlo, mirarlo a los ojos, el tono de voz tranquilo y pausado estimularán el Sistema Nervioso Parasimpático. Este sistema es el encargado de fortalecer las redes neuronales relacionadas con la necesidad de seguridad (generando estabilidad, responsabilidad, competencia, rendimiento, ausencia de miedo, temor y caos), y con la necesidad de autoestima (a través de la cual el niño busca el amor y la aceptación de sus padres para generar su propia aceptación, valoración positiva de sí mismo, confianza en sus capacidades, etc.).

Este vínculo será el que le proporcione y le permita experimentar la sensación de seguridad y aceptación incondicional, sobre las cuales se irá desarrollando posteriormente la personalidad.

Os dejo un vídeo en el que se pueden ver las reacciones de algunos niños y ante las cuales podríamos conocer sus estilos de apego. 

¿Cuál es el tuyo?.


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