jueves, 13 de junio de 2013

La memoria sin palabras

                Para poder enfrentarnos al mundo que nos rodea, los humanos poseemos un sistema de procesamiento de la información y de aprendizaje muy avanzado y complejo. Existen numerosas estructuras cerebrales que están al servicio de una rápida y eficaz asimilación de nuestras experiencias y todas ellas tienen su aparición durante el periodo de desarrollo fetal, aunque algunas necesitarán un mayor tiempo para su maduración y puesta en funcionamiento.
A menudo creemos que es a partir del parto cuando el bebé inicia su periodo de aprendizaje, y aunque este es un hito importantísimo en la vida de todo ser humano, ese proceso ha comenzado meses atrás.

Durante 9 meses, el feto encuentra dentro de su madre las condiciones necesarias para poder desarrollarse hasta tener las capacidades suficientes para continuar su maduración fuera del útero. Pero, a pesar de que la naturaleza pone a su disposición multitud de estructuras para su protección, no vive aislado, sino que está en contacto permanente con aquello que su madre experimenta. Así pues, el feto puede, con pocos meses, saborear, oír y sentir ciertos estímulos.

Todo lo que le ocurre a la madre se traduce fisiológicamente en niveles hormonales  que tendrán un efecto directo en el feto. Así pues, acontecimientos que aumentan el nivel de estrés de la madre afectarán a las estructuras que se estén desarrollando en ese momento en el bebé, contribuyendo a su posterior funcionamiento.
Por ejemplo, amenazas de aborto, una mudanza, la pérdida de un ser querido, del trabajo, discusiones entre la pareja, emociones como la tristeza o el miedo, se trasmiten al bebé a través de una compleja red bioquímica.
La alimentación es también, por supuesto, un factor muy relevante que influye en todo el desarrollo neuroanatómico, así como los hábitos -saludables o no- de la madre.
File:Amygdala.gif


¿Es posible que estas experiencias se graben de alguna manera en ese futuro bebé? De hecho existe un tipo de memoria que empieza a desarrollarse en los humanos durante el embarazo, y nada tiene que ver con aquella que podemos llamar consciente, sino que es una memoria implícita o preverbal. Hablamos de la memoria emocional, la más resistente al olvido. Las investigaciones neurofisiológicas y atómicas del cerebro han comprobado cómo, después de unos meses de ser concebidos, comienza a desarrollarse la amígdala, estructura encargada en el procesamiento y almacenamiento de las reacciones emocionales. Dentro de estas reacciones encontramos las más instintivas, como las de huida, lucha o paralización. Gracias a estructuras como esta podemos decir que sí, que desde tan temprano lo que vivimos ya pasa a formar parte de nosotros, aunque nunca podamos recordarlo con imágenes, ni con palabras, y así continuará hasta los dos o tres años, período en el que la maduración del hipocampo hará posible la memoria explícita o consciente.



Dos conceptos importantes: uno, antes de nacer contamos con numerosa información que hemos ido adquiriendo durante la etapa de desarrollo guardada en nuestra memoria implícita; y dos, esas experiencias a la vez han tenido un gran impacto en el desarrollo de las estructuras del Sistema Nervioso, del cual dependeremos durante el resto de la vida.

Algo para pensar: ¿qué experiencias pudieron vivir nuestras madres durante el embarazo que dejasen un sello emocional en nosotros?

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